La galleguita de la pampa

Era una niña regordeta nacida en San Lorenzo, distrito de Santa Fe, a la que le encantaban los caramelos que le traía su padre de la fábrica donde trabajaba, era muy caprichosa, pero para calmar sus estados emocionales estaba el agua fría del grifo donde la ponían para apaciguar tanta rabia contenida.
 A pesar de su cuerpo rellenito; parecía una manzanita sonrosada y preciosa con unos ojos verdes como esmeraldas. Se crío en una familia en la que sus hermanos tenían la voz cantante, mientras ella y sus hermanas pasaban desapercibidas. Era la benjamina; "rebelde, egocéntrica y defensora de las causas perdidas", si se pasaba de la raya , recibía unas buenas nalgadas que le dejaban el culo tatuado con cinco enormes dedos. 
 Una niña que estaba llamada a ser más que esa manzanita, más que esa mocosa con un temperamento desbordante. En la adolescencia contoneaba su cintura lo que su figura le permitía. 
Asi conoció a Sarmiento, un chico que le llevaba 17 años, un emigrante alegre y descarado, que había llegado a Argentina con 14 años. El con su maleta supo inventar un mundo paralelo de poesía y pasión. Sarmiento, el mote que ella le puso , no pasaba desapercibido para nadie, tenía novia, una profesora muy seria que le quería cambiar todos sus modales de pueblerino. Como era muy lúcido se dio cuenta antes de la boda y la plantó la misma semana, a pesar de las súplicas de sus futuros suegros que adoraban su alma libre. 
En fin, un día en la calle se encontraron, ella lo encandiló desde la primera mirada y cómo no podía ser de otra manera se enamoraron locamente. Para nada les importó su diferencia de edad, y apostaron desde el primer minuto por su amor.

Sin embargo, una noticia de España le hizo tambalear todos sus planes, pues su otro hermano había enfermado y su padre necesitaba al benjamín de los Rubio. El sin pensarlo ni un segundo, le dijo a su rosarina amada que tenía que volver a España, y le propuso matrimonio. Ella tampoco tenía filtro, así que aceptó, hizo los preparativos, no sin antes despedirse de toda su familia, aún a sabiendas que quizás no los volvería a ver, aunque la promesa era con billete de vuelta.

 Cuando llegaron a la Artosa, la galleguita de la Pampa, como así la llamaba Sarmiento, se desmayó al ver encima de la mesa de la cocina; una cabeza de gocho recién cortada. Ella tan delicada, con su vestido de seda y sus zapatos de tacón, no se lo podía creer. Lloró desconsoladamente, de todos modos, al día siguiente se levantó temprano mientras comprendió que era la única mujer de la casa, fue hacia la ganadería y vio por primera vez las vacas mugiendo de hambre y decidió darles hierba. Después observó como su suegro; las ordeñaba, y ni corta ni perezosa cogió un caldero a la vez que comenzó a tirar de las ubres de la vaca, hasta que el blanco tesoro lleno el cubo en un santiamén, con el regalo inesperado de una gran patada en la cara. La cogió por el rabo y así le habló a la vaca: _ Oye que sepas que ahora soy yo tu ama, y me tienes que obedecer. 
Desde ese día aprendió a preparar frisuelos con 12 huevos, fue al monte para recoger leña, piñas y el arbusto de uz, para hacer una escoba para barrer su casa, la cenicienta al lado de ella se quedaba corta. Asi esa niña, se hizo Vaqueira. 
Más tarde, su marido comenzó a trabajar en Agroman, y estaban muy felices, esperaban gemelos, aunque desgraciadamente ella se desmayó en un pilón de agua, y sus hijos nacieron prematuramente a los siete meses. Uno ni se lo enseñaron, lo envolvieron y se lo llevaron, aunque su marido golpeó la puerta casi hasta derribarla le dijeron que no se lo podían mostrar pues era un monstruo. El segundo si estaba en perfecto estado, con unos hermosos rizos negros. Poco les duró el júbilo, ya que a la semana fallecía también Robertín y la rosarina más bella se desvanecía de tanto dolor acumulado, aunque como siempre lo había hecho desde niña; miró al cielo y una estrella que cruzaba el firmamento le dijo que tenía que ser fuerte y seguir adelante con todo. 
Fue recuperando la sonrisa mientras iban de fiesta en fiesta a caballo a modo de Curro Jimenez. Recubrió su corazón de acero inoxidable y soldó todas sus heridas, aunque al cabo de los años pudo formar su ansiada familia con tres hijas.
 Retornaron a la Argentina, pero todo estaba en crisis, regentaron una carbonería y compraron una vaca que daba 22 litros de leche y a la que llamaron "Bienvenida". La gente empezó a sentir envidia de la vaca, y se la robaron. Y así lucía en el periódico provincial "Vaca robada en Villadiego". Como en esa zona había mucha delincuencia, tuvieron que hacerse con dos pistolas para defenderse de los ladrones. Otro día aparecieron por la carbonería dos furtivos que habían robado cruces y figuras en el camposanto para revenderlas. Fue cuando Sarmiento decidió volver para Asturias, ante la triste mirada de toda su familia argentina. 
Por eso cuando a veces siento decir que "no se puede", pienso en esa niña que luchó fuertemente por su amor, a pesar de la diferencia de edad, a pesar de la distancia, a pesar de la pobreza que la rodeó. Esta breve reseña muestra una pequeña parte de su vida, porque esta particular heroína de la pampa es mi madre. Ahora acaba de superar un ictus, pero sigue siendo esa niña regordeta y caprichosa que era de nena y lo único que le apetece comer es un suculento asado como buena argentina y una gran fabada asturiana. Y mi padre Roberto, es el juglar más brillante de nuestro firmamento desde que decidió partir allá por el 98.
 #Heroinas

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